Los
gritos lastimeros que profería opacaban, incluso, el algarabío de cientos. Eran
miles los que marchaban al ritmo de tambores, arengas y ¡vivas!, pero sus
exclamaciones retumbaban aún más fuerte cuando divisaba el paso de otras
decenas de personas que eran catalogadas por los marchantes como “mirones”.
La
fecha era especial pues se conmemoraba otro primero de mayo, el Día Internacional
de los Trabajadores, ocasión en la que se recuerda a los “Mártires de Chicago”,
quienes fueron ejecutados al participar en las marchas que se llevaron a cabo
el primero de mayo de 1886 y que reclamaban jornadas justas de trabajo.
París,
1889: el Congreso Obrero Socialista declara que en rememoración de los caídos
en Chicago, el primero de mayo será considerado un día en el que la clase
trabajadora celebrará su lucha.
Bogotá,
1° de mayo de 2016: Amanda Richeze, una arquitecta graduada de la Universidad
La Gran Colombia, grita desesperadamente en medio de las marchas. Pero no reclama
seguridad social ni pensiones justas, ella declara que: “Dios no existe, los que sí existen son los grises, los reptilianos y
los azules.”
Junto
a su esposo, Enrique Rodríguez, un hombre alto, con barba larga y blanca,
vestido con un atuendo blanco, parecido a una bata de hospital, quien sostiene
un pendón que informa a los transeúntes, esta vez marchantes, que “los creadores de la raza humana habitan en
galaxias que no han sido descubiertas”, ella, Amanda, rasga su garganta
para llamar la atención de quienes pasan.
“Yo creía en la creación, en que hay un dios
que nos mira desde arriba… Después me fui a vivir a Alemania y aprendí a abrir
mi mente y a conectarme con los seres de luz que nos rodean. Yo no digo que no
haya un dios, yo lo que digo es que no es el que nos ha enseñado la iglesia
católica”, declara “Mandita”, como le dice su esposo “Quique”, con firmeza
en su voz maltratada pero con una convicción que reafirma su ceño fruncido.
Uno
de los marchantes, vestido de negro, con gafas negras, gorra roja, empuñando un
cartel de la CGT (Confederación General del Trabajo), de caminar lento pero con
postura erguida, altiva, se acercó a Amanda. En un intercambio de opiniones, el
hombre le instó a callarse y marchar por sus derechos. “Mandita” y “Quique” replicaron
con una sonrisa en la boca: “usted es el
que debería dejar de creer en pendejadas… Llegue a la plaza a ver si el Presidente le hace caso.”
Y
es que al parecer ni las marchas ni las protestas han sido efectivas. Durante
el gobierno Santos ha habido 13 paros: tres judiciales, tres de camioneros, uno
estudiantil, uno de cafeteros, uno de mineros, uno de la salud, uno de los
maestros, uno cívico nacional y el ya recordado paro agrario, que al parecer no
existió para los inquilinos actuales de la Casa de Nariño.
“Por eso “Quique” y yo dejamos de trabajar…
No queríamos que los políticos se quedaran con la plata que nos quitaban del
sueldo”, declara “Mandita”. Esta pareja dejó de laborar hace 7 años, en
primer lugar porque, según ellos, se dieron cuenta del engaño de la religión y
en segundo lugar, porque, también según ellos, los gobiernos son manejados por
“los grises, que pertenecen a una de las
jerarquías más altas de alienígenas.”
Y
mientras miles caminaban con destino a la Plaza de Bolívar en Bogotá,
ejerciendo su derecho a protestar y exigiendo mejoras salariales, pensionales y
en la calidad de vida de los trabajadores, Amanda y Enrique no cesaban en su
intento de igualar el ruido de los megáfonos, para exigir también respeto por
sus creencias y su forma de pensar.
El
artículo 19 de la Constitución de Colombia, proclamada en 1991, reza: “se
garantiza la libertad de cultos.” En el artículo 25 se lee: “el trabajo es un
derecho y una obligación social…” Así como estos dos artículos se encuentran en
un solo libro, Amanda, Enrique y todos quienes marcharon se encontraron en el
centro político de la nación, exigiendo, cada uno desde su tribuna, garantías
para un mejor vivir.
“Yo, ni voy a dejar de hacer esto ni voy a
dejar a “Mandita”. Creo que primero nos invaden los grises. Mientras tanto
seguiremos vendiendo productos naturales, sin pagarle ni mierda al Estado”
sentencia “Quique”.
Felipe La Serna
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