lunes, 4 de febrero de 2013

Medios de Incomunicación

En medio de un viejo salón de clase, con algunas tablas desvencijadas y una gran avidez por conocer el intringulis que se teje en el oficio de recolectar, sintetizar y publicar informaciones, se originaba una tertulia moderada por mi profesor de Producción de Radio, Ernesto Rojas Ochoa, uno de los más grandes locutores y periodistas de este país, que apuntaba a establecer la responsabilidad de los medios de comunicación en la sociedad. Él, con su voz extraordinaria y llena de sabiduría, vehementemente repetía: "los medios de comunicación tienen la obligación de informar, educar y entretener". Semejante golpe de conocimiento dejó tambaleantes a unos, impasibles a otros y sumidos en el desconcierto a quienes hasta ahora "se desayunaban". Hoy, cuando en una búsqueda desesperada de una fuente de información seria, creíble, confiable e imparcial tengo que remitirme a medios internacionales, no puedo evitar sentirme avergonzado ante la evidente decadencia del "cuarto poder" en esta pintoresca nación.

Enciendo la radio. Busco en el dial. Siento la necesidad de sintonizar primero aquellas emisoras que se ganaron el reconocimiento, no sólo nacional sino internacional, en décadas pasadas. No puedo evitar pensar en mi mamá una vez más, pues después de un rato de escuchar atentamente, "me indigno" (!). Desde mi interior nace un grito que se vuelve clamor: ¡imparcialidad!, ¿donde estás?. En este viaje por el mar de frecuencias, las olas de la arbitrariedad amenazan con hundir mi joven barco. A babor, de una manera tosca y sinvergüenza se agrupa la armada de aquellas emisoras y sus periodistas que defienden al gobierno y su Presidente. Sus armas van desde la crítica mordaz a aquellos que no comparten las tesis estatales, hasta los ataques de cañón con balas de burla y desprecio hacia otros. Parece no importarles jugar osadamente a ser los mandaderos de los empresarios y gremios que necesitan buena publicidad desesperadamente. ¡Y que decir del Presidente!, el Capitán de esta flota que al sentirse acorralado por infortunios, acude a sus contramaestres para que le den "una ayudadita" en las encuestas de popularidad, seguramente preparando el terreno para un segundo mandato como jefe y guía, evitando así que su navío zozobre. A estribor, con similar desparpajo, similares armas y lenguaje, se ciernen sobre mí las radio-estaciones que disparan en contra del gobierno de turno, la mayoría de veces sin argumentos sólidos, tan sólo movidos por los vientos de otro grupo de compañías y políticos poderosos que esconden intereses mucho más altos de los que podemos ver en la punta de aquel iceberg.

¡Huy! Ya estoy mareado... Mejor vayamos a tierra firme, en donde las cosas no son muy diferentes.

La música, el arte sublime, el "arte de las musas". Quizás allí esté la salida. 
Con una mirada llena de esperanza vuelvo mis ojos al dial. Hago un recorrido frenético en búsqueda de independencia, inquiriendo algún contenido que valga la pena... Esta vez no me indigno... Después de andar un rato por este valle seco, grosero, cínico, insulso, sólo me quedan fuerzas para pensar que aún hay mucho por hacer.
Hoy, la gran mayoría de emisoras musicales ofrecen a sus oyentes un bebistrajo de maltrato, grosería, superficialidad, promiscuidad e ignorancia, endulzado con canciones que se repiten una y otra vez gracias al dinero pagado por los sellos discográficos para su promoción, sazonado con un poco de anestésico publicitario que lleva al cerebro a una narcosis involuntaria consiguiendo el objetivo mayor: vender. Y no sólo discos y productos, pero también ideologías: consumismo, status quo, política, machismo, feminismo... Pero lo más irritante de todo es que los oyentes incautos lo beben sin siquiera darse cuenta de la pócima venenosa que ingieren. O tal vez lo sepan pero igual no les importa.

Pero entonces que nos queda, ¿la televisión?. ¿Ese medio que en Colombia se ha convertido en vitrina de narconovelas, realities, "culebrones" y noticieros amarillistas? ¿Ese medio en el que los noticieros anuncian masacres, violaciones, asesinatos y corrupción en 30 minutos pero gastan 50 en la sección de "embrutecimiento"? ¿Ese medio educacional por excelencia que hoy sólo enseña a ensalzar las personas y los hechos más bochornosos de la historia de este país? ¿Ese medio en el que los canales programan uno o dos espacios de opinión entre las 12 de la noche y la 1 de la mañana?. No me queda otro remedio que acudir a la sabiduría popular, porque es tal su exactitud que en una frase se condensan miles de ideas: "Todo tiempo pasado fue mejor". Recuerdo a la "Dama de la televisión", doña Gloria Valencia de Castaño y su programa Naturalia... ¡Ah! Cuanto aprendí... El Profesor Yarumo me enseñó tantas cosas simples que hoy son desconocidas por los niños y adolescentes autómatas que creen conocer todas las respuestas, claro que con ayuda de "San Google" y sus BB, SIII o IPhone 5. Nunca se borrará de mi mente la canción de un programa que educaba a los niños de mi época: "En los libros hallarás, el tesoro del saber...". Y hoy, algunos se molestan porque los franceses nos dibujan la verdad en la cara... No sabemos leer ni comprender lo que leemos.

Y para que hablar de periódicos, revistas y pasquines; todos trabajando unidos para desinformar y complacer al gobierno de turno, a los empresarios de turno, al dueño de turno... Nada es muy diferente.

En medio de un panorama tan desolador, es imposible no sentir que todo está perdido. Aquellos que hasta ahora iniciamos este camino sinuoso en los medios sentimos el peso de una responsabilidad inmensa. Los gobernantes de estas tierras latinoamericanas no tienen ningún interés en promover la educación, pues requieren de mano de obra barata para seguir enriqueciendo las arcas de un país, seguido por el robo continuado de sus secuaces en el poder.
Es por esto que somos aquellos que tenemos el enorme privilegio de aprender y ejercer esta ciencia apasionante de informar, comunicar y entretener quienes acarreamos sobre nuestros... cerebros, la gigantesca responsabilidad de ser aquella generación que cambiará la historia, venida a menos, de los medios en nuestro país. De nada sirve poner (¡sí! ¡la palabra poner existe y se usa!) en evidencia estas grandes falencias, si no formamos en nosotros un espíritu de urgencia al conocer estas cosas. No es sólo un problema ético y filosófico, es cuestión de pasión, pasión por lo que se hace pues cuando ella está presente todo se realiza bien. Pero no podemos abstraernos de la sociedad. La sociedad también tiene una responsabilidad colosal, pues no basta con levantar la voz y exaltar a unos pocos profesionales tratando de brillar en la oscuridad, sino que debe haber un convencimiento personal en el que la educación sea fundamental, ya que ésta abrirá la mente para analizar los hechos con un criterio formado evitando las opiniones y conclusiones someras y carentes de sustento.

Mi esperanza es que todos los que estuvimos en ese salón de clase, todos los que tienen la oportunidad de obtener las maravillas del conocimiento, todos los que queremos un cambio en la sociedad recordemos las palabras del profe Ernesto. Los medios que hoy nos incomunican tienen la obligación de informarnos, comunicarnos y entretenernos de la manera debida, seria, concienzuda y responsable que nos deben.

Felipe La Serna.

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