lunes, 24 de junio de 2013

Una Santa Traición

"Hablando de mujeres y traiciones..." Así reza la famosa tonada del mexicano Vicente Fernández, que es considerada por muchos como una canción de despecho perfecta. Este hórrido sentimiento de animosidad se ensaña contra nosotros cuando la persona que amamos ya no comparte más los momentos, los instantes, los amores brindados. La tristeza se potencia cuando este distanciamiento tiene su origen en la traición, basta con ver las estadísticas de los crímenes que se cometen en nombre del dolor intenso que deja en la otra persona dicha deslealtad.

Curiosamente, la traición más famosa no tiene que ver con un vínculo amoroso, más bien era una relación de amigos, de maestro y alumno. Judas Iscariote, uno de los personajes más vituperados y odiados de la historia es el traidor mayor. Muchos documentos bíblicos y apócrifos hablan de este apóstol y su felonía, sin embargo, ha habido numerosos intentos de reivindicarle, acaso aupados por canales apremiados por el bajo "rating" y por conseguir anunciantes, lo que a la postre se traducirá en mucho dinero.

Judas fue apóstol de Jesús; compartía sus ideales, defendía su causa, caminaba con él, hacía lo que su maestro le sugería y obedecía sus indicaciones. De hecho Judas era el tesorero del ministerio del Mesías. Pero sucedió lo inevitable: a cambio de ciertos beneficios, en este caso 30 monedas de plata, Judas entregaría a los sacerdotes que querían "hacerse cargo" del profeta, a su mentor, su amigo, su maestro. Al parecer, aún aturdido por el brillo del poder coyuntural se olvidó por un tris de todos los momentos que él y su maestro pasaron juntos y de haberle jurado lealtad absoluta, sin compromisos.

Judas terminó muriendo por propia mano, pues no soportó el peso de la culpa que le dejó semejante canallada y prefirió abandonar voluntariamente el mundo de los vivos.

Traigo a colación esta reseña pues calza perfectamente en la situación actual de Colombia. Es una manera de esbozar el lado oscuro de la verdad que aún no nos han contado y que en cambio han maquillado desde el Palacio de Nariño, comandado por el ex ministro y hoy presidente de Colombia, Juan Manuel Santos.

Antes de analizar los puntos de encuentro entre estas dos historias quiero ser franco y decir que no soy uribista ni pretendo defender el gobierno que lideró el ex presidente Álvaro Uribe. Creo que es bastante claro que él puede defenderse solito. De hecho, su popularidad sigue tan alta como cuando dejó la Presidencia, a tal punto de recientemente ser elegido por los locales como el "Gran Colombiano", una especie de superhéroe, lo que demuestra la gran influencia que aún conserva en esta sociedad macondiana. Sin embargo, aún pienso que debe responder por las muchas irregularidades cometidas durante su mandato. Pero los hechos están ahí. Mi intención es mostrarle a usted, el lector, un análisis que quizá no ha hecho y que por supuesto los medios no hacen. 

Dejando esto en Claro (¡huy!, el Judas corporativo que demanda a sus clientes por protestar) procedo.

Juan Manuel Santos caminó con Álvaro Uribe, fue su escudero y fiel ministro, compartió sus ideales, defendió su causa, hizo lo que el ex presidente le sugería y obedeció sus indicaciones. Tal era su empatía que el furor con el que Uribe infundía coraje a las Fuerzas Armadas reafirmando el propósito de derrotar a la guerrilla, hizo que un tímido y a veces gago Santos, en su posición de ministro de defensa, se mostrara tan radical como el presidente y amasara ese envión para dar los golpes más contundentes de la historia a las FARC. Este impulso fue tan grande que consecuencias inimaginables vendrían más tarde.
Se aproximaban las elecciones. Los partidarios de Uribe trataban por TODOS los medios de lograr una nueva reforma a la constitución para darle al mandatario la posibilidad de ser elegido por tercera vez. La Corte Constitucional, después de un proceso accidentado y lleno de suspicacias emitió un fallo trascendental: el proyecto de ley es inexequible. Frente a este escenario, tanto el Presidente como su partido tenían que tomar decisiones tendientes a conservar el poder. Es aquí en donde la figura de un Santos candidato nació. Él era el autor material de los triunfos en la lucha contra la guerrilla y era el estandarte de todo lo que significaba Uribe, autor intelectual de los ya nombrados éxitos, para el país. Era algo natural.

Viene a mi mente Venezuela. Maduro fue "elegido" (¿o impuesto?) con los votos de Chávez. Él representa lo que Hugo predicaba, gracias a su designación como heredero. En Colombia sucedió lo mismo hace un tiempo atrás. Santos fue elegido con los votos de Uribe. Pero también porque en la campaña electoral Santos parecía Uribe. Usaba sus mismas palabras, sus mismas ideas, sus mismas políticas. Por esta razón, Juan Manuel fue elegido como presidente de Colombia, no por su figura como político pues no hubiera sido suficiente, sino porque Álvaro le entregó sus "huevitos" como herencia y Santos se transfiguró hasta lucir como su mentor. Era la única manera en la que Juanma podía llegar a ese cargo que otorga gloria o mácula eterna, además de una inconfundible cabellera blanca que exhibe los sufrimientos enfrentados en cuatro o quizás ocho años de gobernar un país sorpresivamente viable.

Y así, Juan Manuel Santos llegó a ser presidente de Colombia, soportado por lo que su antecesor había planeado, predicado y ejecutado. Hoy, después de casi tres años de gobierno y de ver como sistemáticamente el Presidente ha abandonado las políticas y los ideales que lo llevaron al más alto cargo en este país, llego a una conclusión ineludible: Santos es Judas... Santos ha traicionado, no solamente a su instructor y guía, sino que también ha traicionado a su pueblo, el pueblo que lo eligió. La cuestión más evidente se relaciona con la seguridad. Hay una percepción generalizada que cuenta del deterioro en la seguridad de la nación. Y no se trata de una casualidad ni de la malquerencia de algunos críticos del gobierno, se trata de lo que hemos visto en estos tres años de jefatura "santista": más de 500 militares y policías asesinados; homicidios considerados "de estado" durante marchas campesinas y protestas pacíficas; ataques regulares a pequeñas poblaciones; la desaparición violenta de los líderes del programa de restitución de tierras; entre otros. Gústenos o no, estas acciones disminuyeron de forma significativa o casi desaparecieron durante el gobierno anterior.

El Presidente actual abandonó la política de seguridad democrática que defendió a capa y espada durante su campaña para ser elegido, con la teoría de que ya no es necesario tanto pie de fuerza en el país, ¡y era cierto! gracias a la vehemencia de la campaña anterior que hizo que los grupos guerrilleros, bandas criminales y paramilitares se replegaran. Santos confió en que ese ímpetu sería suficiente y que se podría enfocar en formar su imagen propia para no vivir a la sombra de su predecesor. Bien, su intento claramente ha fallado. El impulso se acabó.
Si contamos las políticas uribistas que el candidato Santos vociferó en las calles y plazas y de las cuales hoy ha prescindido, habría que usar otra página completa y este escrito se podría confundir con una apología al orgulloso poseedor de "El Ubérrimo".
Bajo estas circunstancias es casi innecesario ahondar en temas como los innumerables paros; las reculadas; la diplomacia floja, complaciente y pusilánime y, por supuesto, la reacción tardía, blanda y patosa frente al fallo de la Corte Internacional de La Haya que le quitó al territorio colombiano más de 70.000 km2 de mar y que como resultado, ha llevado a la bancarrota a la empresa pesquera más grande de San Andrés conocida como Antillana.

Pero sin duda, la más grande traición que Santos ha cometido, en este caso contra el mismo país, es el mal llamado proceso de paz que sostiene en Cuba con las FARC. Ha llegado a tal punto su alevosía, que desde Palacio se les llama "enemigos de la paz" a aquellos que no comparten la idea de llevar un proceso como el actual en las condiciones en las que se está desarrollando, condenándoles sin juicio ni razón, acaso porque su otrora maestro le hace saber al gobierno y al país su inconformidad con respecto a este tema, rebeldía que deberíamos acoger, no por apoyar a Uribe, sino porque si este proceso terminara con la firma de un acuerdo en las condiciones actuales, la impunidad sería el sello de éste. Ambas partes ganarían: Santos, seguramente sería reelegido pues este pueblo vive sumergido en diferentes argucias que sin duda son promovidas por el mismo gobierno, precisamente para acallar esas voces mentales de contestación, y por otro lado las FARC y sus líderes, quiénes no pasarían ni un minuto en una cárcel y que, según recientes declaraciones, conservarían sus armas (!), pero que además, podrían acceder a cargos públicos por voto popular y eso, en un país sin memoria, es bastante fácil.

La traición está bien escondida y disfrazada. Se trata de venderle a este pueblo sufrido, con una herencia de violencia, la idea de una vida en paz. Pero la pregunta es: ¿cuál es el precio?. Nadie sabe a ciencia cierta cuales son los acuerdos a los que supuestamente se han llegado. Nadie sabe cual sería el alcance de una eventual participación en política de ex militantes guerrilleros. Increíblemente, nadie tiene ni idea si el tema de un posible castigo para los miles de crímenes que los señores que están de vacaciones en La Habana han cometido, será siquiera discutido. 

Son aguas peligrosas las que estamos navegando. Ambas partes están embelesadas por la posibilidad de obtener un poder coyuntural, unos beneficios que en este caso sobrepasan 30 monedas de plata. Pero Santos es el traidor mayor. Olvidó las enseñanzas de su maestro y hace negocios a espaldas del país, buscando su propio beneficio.

Judas no soportó la culpa y se suicidó. Vicente, con un poco de resignación, declara que no hay otro remedio que adorar a esas mujeres que, incluso, nos han traicionado. Santos sigue su camino impune. Su traición alcanza límites descarados. Lo que nadie puede discutir es que él es un zorro calculador, que mueve sus fichas magistralmente y que por medio de sutilezas mantiene a la mayoría de un pueblo falto de educación y análisis, pero además carente de las ideas de honestidad, dignidad y estoicidad, hipnotizado con sus "acuerdos para la prosperidad" y sus discursos envolventes escasos de contenido importante para este país.

¿Cuál será el futuro de Juan Manuel? ¿Emulará a Judas o a Vicente? Creo que a ninguno... Seguramente después de ocho rebullidos años y ya siendo ex presidente, se dedicará al Twitter o a entrometerse en todos los asuntos, como ya es común a la hora del retiro de los mandatarios colombianos.


Felipe La Serna.

lunes, 29 de abril de 2013

Amor Verdadero (Crónica)


Permanentemente nos quejamos de las cosas malas que nos pasan en la vida. Y aunque muchas veces esta realidad se apodera de nosotros, todavía suceden esos milagros que uno no espera y que hacen que la esperanza se avive, reaparezca o simplemente nazca en nuestra alma.

Hace muchos años lo conocí. Fue difícil ver sus ojos por primera vez. Sólo pude darme cuenta de su fastuosidad tiempo después. Al principio no nos llevamos muy bien porque él estaba más interesado en conocer mi casa que en compartir conmigo, y yo entendí, pues no es fácil adaptarse a un nuevo lugar. Él venía de algún territorio que yo desconocía, así como inédito era el secreto que guardaba y que a la postre marcaría mi vida para siempre.

La coexistencia estuvo bien los primeros días, sin embargo todo empezó a cambiar y después de un par de semanas ya no era el mismo. Se le veía decaído y sin fuerzas. Era claro, el secreto había sido develado: estaba enfermo. A pesar de conocernos por tan poco tiempo ese sentimiento inherente de protección despertó en mí; lo tomé entre mis manos, le ayudé a caminar y nos dirigimos a ver al especialista. Nunca olvidaré esos minutos eternos en la sala de espera, rogando, esperando… Un personaje con bata y guantes, que resultó ser el doctor, con su ceño fruncido y expresión nada alentadora en su rostro se dirige a nosotros y nos comunica que la situación es grave. Me dice que posiblemente él muera pero que va a hacer todo lo posible por salvarlo, y claro, es en esos momentos cuando le echamos la culpa a Dios por lo malo. “¿Por qué?” le grité en mi mente.

Ya estabilizado pero en condición crítica lo llevé en mis brazos hasta su hogar, mi casa.

Con ese halo de angustia y resignación después de recibir tan devastadora noticia, traté de dormir pero fue imposible. Me levanto, camino hacia su cuarto, ruego que aún esté respirando. Allí está… Aún respira… Sus ojos se cruzan con los míos y me dicen que todo está bien. Aunque no nos conocemos mucho él sabe que estoy ahí para cuidarlo, por eso baja su cabeza y trata de dormir. Yo también. Día 1, día 2, día 3… Mejor, igual, peor, mejor…

Un par de semanas en la oscuridad dan paso a la luz. ¡Hemos triunfado! La enfermedad cedió, lo que le convirtió en uno de los muy pocos sobrevivientes a ese terrible mal. No recuerdo ni el nombre del doctor ni el nombre del establecimiento, pero sepa usted que mi agradecimiento es infinito, pues los próximos 13 años, aquellos que pasé junto a él, serían algunos de los más inusitados de toda mi vida.

Este catalizador potenció el amor entre los dos. De allí en adelante nos volvimos inseparables. Por fin pude apreciar sus ojos extraños en toda su dimensión: pupila azul, iris café, esa combinación que siempre me miró o con agradecimiento, acaso por cuidar de él días y noches enteros, o con lealtad y amor. Seríamos amigos, hermanos. Lo recuerdo en mis tristezas, pues allí estuvo él, así como en mis alegrías donde fue un protagonista relevante. Le conté cosas que aún nadie sabe; peleamos y me hirió, también me escuchó; lo golpeé y, creo que es hora de confesarlo, alguna vez lo besé en la boca.  Viajamos juntos, nadamos juntos, dormimos juntos y creo que lloramos juntos. Así por 13 estupendos años.

Pero todo tiene un final y esta historia también. Aunque él nunca se enfermó después de vencer a la muerte, y por años y años gozó de muy buena salud, el final de sus días fue muy doloroso. Una vez más estaba yo ahí, un poco más maduro, cuidándolo, mostrándole mi cariño y gratitud por su amistad. Aún en medio de su agonía me mostraba su amor. Y creo que por ese amor, por respeto a esa amistad entrañable de 13 años, decidí dejarlo ir, ya era el momento. Él ya me había dado todo lo que podía dar. Era tiempo de dejarlo descansar. Un abril, en la noche, agonizando en una camilla, le dije adiós para siempre. Él me miró por última vez y pude contemplar sus ojos sin igual para guardarlos en mi mente eternamente.

Llego a mi casa. Él ya no está. No lloré en el hospital, pero no pude evitarlo al ver su cama, su comida. Incluso su olor era más fuerte. Hace 8 años murió Lukas, mi perro. El mejor amigo que he tenido. Sobrevivió a la infamia de unos mercaderes interesados en el dinero que no lo vacunaron contra la Parvovirosis, así como no lo hacen con los miles y miles de animales que comercian a diario. Lukas vivió para darme felicidad y para traer esperanza a mi vida.

Algunos tildarán de loco y exagerado este relato. No me interesa. Creo que les hace falta algo de esperanza.

Felipe La Serna.

sábado, 6 de abril de 2013

La Sociedad del Miedo

Miedo: Enc. [1] Sentimiento desagradable provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. [2] Emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza.

El imaginario colombiano ha patrocinado, quizá por siglos, una teoría apócrifa que sentencia al nacido en estas tierras de cantantes de pop olvidadizos a vivir en la "sociedad del aguante", argumento que casi siempre se soporta en esos datos efímeros y con ánimo dilatorio, como que Colombia es el país más feliz del mundo o que nuestro himno nacional, tan maltratado por estos días, es el segundo "más lindo de todos" a pesar de la "situación difícil" en la que permanentemente vivimos. Esta infortunada circunstancia se ha perpetuado en esta sociedad como una manera de aislar el dolor que produce la impotencia y, de alguna manera, como medio de disfrazar una ignorancia latente en un abrumador porcentaje de la población.

16 de marzo de 1781: Manuela Beltrán rompe un edicto en el que se informaba de nuevas contribuciones a la corona española. A ella se le unió un grupo ya casi olvidado, pues esto ya no se enseña en los colegios y escuelas, que se autodenominó "Los Comuneros". Este grupo estaba formado por campesinos, indígenas y mestizos en general. Como resultado de esta pequeña insurrección se firmaron unas capitulaciones a través de las cuales se les daba a los americanos más privilegios. Lo malo y desgraciadamente recurrente desde aquellos días, es que el gobernante de turno (Virrey Manuel Antonio Flórez) desconoció dicho acuerdo. Como un reflejo que parece obvio ante semejante burla, Los Comuneros bajo el mando de José Antonio Galán se levantaron una vez más. El resultado: Galán y muchos comuneros apresados, ahorcados y desmembrados, pues la corona pensó que al enviar partes de sus cuerpos a diferentes ciudades del país, ya no habría lugar a más sublevaciones. No puedo resistir la tentación de usar uno de esos titulitos que salen antes de las narco-vallenato-prostituti-novelas: "cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia". La diferencia es que estos hechos fueron reales y, para nuestro muy malo porvenir, se siguen repitiendo constantemente.

Esta, nuestra sociedad colombiana, está construida sobre las bases del miedo. Por esta razón durante años, ¡siglos!, aquellos quienes han ejercido algún poder en esta nación, ya sea desde los poderes gubernamentales; otros desde sus pomposos apellidos puestos en empresas, bancos y política; otros desde agrupaciones armadas legales e ilegales; otros desde su condición de minoría, han abusado de su poder impunemente poniendo a un pueblo hambriento y falto de educación como estrado de sus pies manchados de sangre. Pero entonces, ¿por qué tan gran apatía ante este panorama oscuro?.

18 de agosto de 1989: El candidato presidencial Luis Carlos Galán Sarmiento fue asesinado. Su propuesta política incorruptible ante el avance de las mafias fue la principal causa para que éstas llevaran a cabo el magnicidio.

El cometido de personajes como el Virrey Flórez, "Tirofijo", Pablo Escobar, los Castaños, Mancusos y demás, algunos hoy señalados como héroes y magnificados por la televisión basura, se ha cumplido. La cultura "traqueta" se estableció en un país huérfano de liderazgos positivos y sigue tan vigente como hace 20 años manteniéndonos aún presos del miedo. ¡Por eso "aguantamos" tanto! 
Porque si un profesional en el manejo de taxi, osea un majadero taxista cobra $10.000 por una carrera que normalmente cuesta $8.000, nuestra mente proyecta un filminuto en donde nos vemos a nosotros mismos reclamándole por el elevado precio del servicio, seguido de un llamado codificado por medio del radio, seguido de la llegada de 20 majayucas (como diría mi suegro) con crucetas en las manos, no sin antes recitarnos lo que sería el parlamento de una película colombiana: "usté lo que es es una enfermedad venerea, hijo de madre no muy reputada (o muy...), nacido de mala manera" y demás. El final de la visión nos encuentra en el hospital contándole al periodista de un noticiero lo que pasó y dando la descripción del señor. Y para completar el sueño, vemos también la protesta del sindicato de taxistas porque los tratan de delincuentes y bárbaros por defenderse del pasajero que no quiso pagar lo justo. Después de semejante alucinación preferimos "evitarnos la fatiga" y pagamos los $10.000 diciendo: "gracias señor".

Por eso nos aguantamos que el conductor de una buseta se quede con los $50 que debería devolvernos; por eso soportamos que una "manada" de jóvenes sin oficio se tome un bus de transmilenio con su horripilante música y sus vejámenes sin enunciar una sílaba; por eso no le decimos a alguien que no bote basura en la calle, que no orine en el andén; por eso no exigimos que nos atiendan de una manera digna en las EPS; por eso no nos quejamos cuando las empresas que prestan servicios hacen lo que se les da la gana y nos cobran sin mediar palabra; por eso toleramos que un charlatán, pésimo emulador del difunto pajarito venezolano, gobierne una ciudad como Bogotá de la manera que lo hace; por eso, como ovejitas, hacemos cola para pagar un impuesto injusto y mal calculado; por eso no decimos nada cuando el distrito se inventa impuestos estúpidos tratando de recuperar el dinero que ha gastado financiando sus medidas populistas; por eso dormimos tranquilos cuando cada día los medios hacen lo imposible para mostrar al gobierno como la víctima de aquellos que no estamos de acuerdo con sus procesos de "impuni-paz", tildándonos de sus enemigos; por eso a nadie le importa que un aprendiz de alcalde cubra todas sus barbaridades acusando a sus opositores de burgueses, mafiosos y amigos de los carteles de la contratación; por eso aún pagamos la gasolina más cara en América; por eso no emitimos sonido alguno cuando anuncian una reforma a la salud en donde el gobierno pagará las deudas de las EPS ¡con nuestro dinero! para empezar de cero, pero con los mismos directivos, aún estando acusados por corruptos; por eso nadie dice nada de las pensiones millonarias que los prepotentes y altivos magistrados de las altas cortes ¡se aprobaron a sí mismos!; por eso todos callamos cuando los descarados negociadores de la guerrilla se burlan de los periodistas, los vetan y proclaman por cielo y tierra que ellos NO secuestran, NO son narcotraficantes y NO reclutan niños; ¡POR ESO! nos siguen metiendo realities, novelas y shows de baja ralea, para olvidar todo lo anterior... 

Y todo porque tenemos MIEDO. Miedo de un peligro futuro, real o supuesto; aversión al riesgo y a la amenaza. Pensamos que si reclamamos nuestros derechos, si protestamos por algo que no nos parece está bien hecho, entonces vendrán terribles consecuencias. Tiene sentido por la clase de sociedad en la que vivimos, llena de venganzas y crímenes, pero no es un argumento sólido para simplemente conformarnos. Si ese famoso dicho: "el pueblo unido, jamás será vencido" se hiciera realidad en este país, cuán diferente sería todo. Si nos uniéramos en una sola voz para hacerle saber a quien sea que no estamos de acuerdo, o probablemente que Si lo estamos, esta "sociedad civil" sería un gigante imposible de detener.

Coraje: Enc. [1] Virtud humana que se define como la fuerza de voluntad que puede poseer una persona para llevar adelante una acción a pesar de los impedimentos. [2] Actuación correcta a pesar de recibir por ello descrédito, vergüenza, deshonor o represiones sociales.

A mi mente viene Egipto. El pueblo se cansó del régimen. Protestó, fue reprimido, muchos fueron asesinados, pero al final vencieron. En Estados Unidos decenas de miles protestaron en contra de la guerra de Vietnam. El gobierno más poderoso del mundo no pudo con la presión impuesta por sus propios ciudadanos y se vio obligado a reducir su intervención hasta retirarse definitivamente. Más recientemente podemos (y como no) recordar a las damas pertenecientes a FEMEN, luchando por los derechos de las mujeres alrededor del mundo. Se les puede ver desnudas, blandiendo sólo un par de... carteles, paradas en frente de tanques de guerra, policías, soldados y el que sea, sin miedo. Y así podría seguir listando las innumerables muestras de CORAJE que han llevado a cambiar el mundo.

Cuán diferente sería todo si en Colombia se levantaran más movimientos comuneros... Se necesita coraje para levantarse del conformismo y la mediocridad, para rebelarse en contra de los yugos modernos, pero sobre todo para quitarse de encima el lastre del miedo que nos invade y entender que hay mucho más detrás de lo que se nos dice. Necesitamos despertar del letargo al que nos han inducido a través de la publicidad, la política, la religión y los medios para así ver la verdad, porque parafraseando las palabras bíblicas: "conocereís la verdad, y la verdad os hará libres".


Felipe La Serna.

martes, 12 de febrero de 2013

Y el Grammy va para...

Hace unos días me embarqué en una aventura que nunca, en mis más de 15 años de músico había hecho: ver la ceremonia de entrega de los premios Grammy anglo. Y para explicar lo que sentí debo primero ilustrar el origen del artículo que están por leer.

En la naturaleza de todo ser humano hay un rasgo que no podemos reprimir y que por el contrario consentimos como a "hijo bobo": la crítica. El problema es que cuando usted es músico este gen incubado por 9 meses y mimado de por vida, se apodera de su malla neurológica y le potencia esta habilidad al mil por ciento. Pero claro, no quiero dar a entender que esta peculiaridad es mala del todo, pues es apenas normal que aquel ser humano que posea una inclinación por el arte sea hipercrítico dado que su oficio se basa en este malquerido atributo. Por esta razón, cuando el reproche y el conocimiento profundo de lo que se hace unen sus fuerzas en una sinergia tanto mental como pasional, expuesta ésta a un catalizador sombrío como una velada para premiar la mediocridad, no queda más remedio que darle paso a una explosión de reprobación, un poco propia, un poco provocada.

La industria musical, disgregada a través de los sellos discográficos, emisoras de radio, canales de televisión, magazines, tiendas de música, portales de internet, redes sociales, publicidad y demás, es un monstruo con tentáculos tan largos como los de cualquier gobierno imperialista, abarcando entre ellos el mercado íntegro de lo que muy tristemente pensamos es lo mejor de la producción discográfica. Debemos entender que a pesar de que la música es el arte sublime por excelencia también es una profesión, y como es lógico, cualquier profesional quiere, necesita y merece ser recompensado y reconocido por su labor a través, por ejemplo, de un salario. Esta circunstancia convirtió a un arte tan viejo como el mundo mismo en una empresa y luego en una industria, lo que desembocó en un negocio multimillonario, trayendo consigo todas las delicadezas implícitas de un imperio que sumergió al mundo en el que reina en una matrix de la cual muy pocos quieren salir, pues es más fácil vivir regidos por la "ley del menor esfuerzo" que descubrir una realidad incómoda y, a veces, dolorosa.

El mundo onírico en el que nos encarcelaron los gerifaltes de la música está regido por las ansias pérfidas de obtener el mayor beneficio económico al menor costo, por lo cual se hermanaron con la mediocridad y el consumismo para crear fórmulas que funcionarían a la perfección pues provienen de las mismas entrañas de su creación y, nosotros, sus habitantes, las aceptaríamos ciegamente al saberlas familiares. Es así que prevalecen los géneros populares, porque no son más que obras creadas para ser fácilmente escuchadas y entendidas, sin tener la necesidad de analizar ni sus letras ni sus estructuras musicales. Cada uno de estos géneros da cabida a varios exponentes, la mayoría, creados, moldeados y programados por las mismas compañías para que sigan exactamente y al pie de la letra lo que las "fórmulas" dictan: canciones de 3 minutos a lo sumo pues las emisoras radiales y televisivas deben tocar tantas tonadillas como sea posible para recuperar y mantener el presupuesto; pasar de una figura inocente a un ser lleno de sensualidad y hambriento de sexo; letras enfocadas en el amor libertino y cosas fatuas sin sentido; peinados y vestidos que crearán una nueva moda mundial; versos cortos y de fácil recordación; coros "pegajosos" que se repiten una y mil veces; estructuras musicales simples (como la estructura binaria simple: verso - coro - verso - coro...) tan habituales en la música de hoy; exposición exagerada en los medios... Todo lo anterior soportado en una estrafalaria invasión mediática que da validez a tanto esfuerzo. ¿El resultado?, un ejército masivo de consumidores enajenados por la bien planeada estrategia que les lleva a comprar o bajar los álbumes; buscar y ver los videos en YouTube hasta saciarse; husmear información frenéticamente en los portales de chismes y buscadores; unirse a las páginas oficiales en internet, Facebook, Twitter y cuanto portal exista; asistir a los conciertos ofrecidos; tatuarse los nombres de sus cantantes favoritos en partes insospechadas; crear pancartas suplicando la entrega de alguna prenda, accesorio y si es posible su propia mano en casamiento, aunque si no resulta, bien estaría un "escupitazo", según Chávez; ser la/el próxima/o "fans" en el club respectivo y demás actos de cariño hacia la estrella naciente.

El día de la ignominiosa velada escuché en las horas de la mañana una entrevista al cantante colombiano Fonseca a través de Caracol Radio. El periodista con gran alegría y orgullo comenzó la sarta de preguntas perpetrando lo que a mi parecer es una blasfemia. "Maestro Fonseca, que alegría poder hablar con usted en este día tan especial..." ¿Maestro(!)? ¿En serio mijo? ¿¿¡Maestro!??. Según el diccionario, maestro es una "persona que ha adquirido una gran sabiduría o experiencia en una materia" (DRAE). Y como dirían en la calle, "me disculpan" pero lejos está el querido Juan Fernando... Fonseca de alcanzar semejante título. Infortunadamente el término se ha vuelto tan popular como el de doctor, que claro, no se le niega a nadie. El horror se extendería hasta las horas de la noche cuando por fin el show comenzó. La primera perla la escuché de boca del presentador: "Con ustedes una de las mejores artistas que ha existido: ¡Rihanna!". Una patada en las gónadas dolería menos... Sin embargo las injurias continuaron. La famosa Beyoncé y otra, al unísono profirieron lo siguiente: "Señoras y señores, por favor pónganse de pié para recibir al más grande cantante del momento: ¡Justin Timberlake!" Y bueno... ya eso era suficiente para mí... No lo pude resistir más y me fui a dormir.

Sé que muchos estarán pensando: "Ay, pero a mí me gusta como cantan..." y me parece normal, porque eso es lo que nos han enseñado a creer y es lo que nos han metido por los ojos y oídos, sin embargo, le hago esta pregunta: ¿qué ha aprendido usted por medio de la música que escucha? Hablo de historia, de vocabulario, de estructuras gramaticales y musicales, de nuevas conexiones neuronales por la complejidad de algunas piezas, de la refinación propia del ser.
Alejandro Magno, el gran rey de Macedonia. ¿Sabía usted que murió de fiebre en Babilonia? ¿Sabía usted que conquistó Persia? ¿Sabía usted que él abrió la puerta al cristianismo en Europa? Yo sí, y la verdad no lo aprendí en el colegio o la universidad. Esto me lo enseñó una de las más grandes bandas de rock de todos los tiempos: Iron Maiden, en su canción "Alexander The Great", información histórica que es fácilmente comprobable. Podría nombrar miles de ejemplos como este, pero se tornaría un poco pretencioso y soso.

Sé que es imposible poner de acuerdo a todos con respecto a este tema, no pretendo eso. Como músico valoro cada elemento original que los diferentes géneros musicales aportan, reconozco la calidad de los buenos artistas en cada apartado así como las producciones impecables sin importar la clase o índole. La música como los seres humanos es diversa y debe ser así porque es un lenguaje universal, sublime, apasionante. Hay pasiones, sentimientos, ideas, que sólo pueden levantarse en nuestra mente por medio de un determinado estilo o matiz; con dinámicas insospechadas que brindan las diferentes categorías.

Yo quisiera que todos aprendiéramos a ver más allá de lo que se nos presenta como real y verdadero; quisiera que pudiéramos dejar de ser conformistas y aventurarnos a un mundo totalmente desconocido que no nos han mostrado, un mundo lleno de sonidos novicios, acordes enmarañados y cadencias forasteras; quisiera que dejáramos de resignarnos a consumir lo poco y de mala calidad que nos dan disfrazado de lo mejor y único.
Yo quisiera que pudiéramos darle crédito a los verdaderos maestros: Toño Arnedo, Justo Almario, William Maestre... Tosin Abasi, Scale The Summit, Steve Vai... Joaquín Rodrigo, Verdi, Bach...

Quizá sea un sueño que no veré cumplirse, por eso, mientras tanto, me iré a dormir para soñar que por fin los premios se los llevan los que realmente los merecen y no los que más discos compactos venden o los ahijados de los caciques que organizan la entrega de los gramófonos, que por cierto, son los mismos propietarios de los sellos discográficos más grandes y poderosos del mundo.

Felipe La Serna.

lunes, 4 de febrero de 2013

Medios de Incomunicación

En medio de un viejo salón de clase, con algunas tablas desvencijadas y una gran avidez por conocer el intringulis que se teje en el oficio de recolectar, sintetizar y publicar informaciones, se originaba una tertulia moderada por mi profesor de Producción de Radio, Ernesto Rojas Ochoa, uno de los más grandes locutores y periodistas de este país, que apuntaba a establecer la responsabilidad de los medios de comunicación en la sociedad. Él, con su voz extraordinaria y llena de sabiduría, vehementemente repetía: "los medios de comunicación tienen la obligación de informar, educar y entretener". Semejante golpe de conocimiento dejó tambaleantes a unos, impasibles a otros y sumidos en el desconcierto a quienes hasta ahora "se desayunaban". Hoy, cuando en una búsqueda desesperada de una fuente de información seria, creíble, confiable e imparcial tengo que remitirme a medios internacionales, no puedo evitar sentirme avergonzado ante la evidente decadencia del "cuarto poder" en esta pintoresca nación.

Enciendo la radio. Busco en el dial. Siento la necesidad de sintonizar primero aquellas emisoras que se ganaron el reconocimiento, no sólo nacional sino internacional, en décadas pasadas. No puedo evitar pensar en mi mamá una vez más, pues después de un rato de escuchar atentamente, "me indigno" (!). Desde mi interior nace un grito que se vuelve clamor: ¡imparcialidad!, ¿donde estás?. En este viaje por el mar de frecuencias, las olas de la arbitrariedad amenazan con hundir mi joven barco. A babor, de una manera tosca y sinvergüenza se agrupa la armada de aquellas emisoras y sus periodistas que defienden al gobierno y su Presidente. Sus armas van desde la crítica mordaz a aquellos que no comparten las tesis estatales, hasta los ataques de cañón con balas de burla y desprecio hacia otros. Parece no importarles jugar osadamente a ser los mandaderos de los empresarios y gremios que necesitan buena publicidad desesperadamente. ¡Y que decir del Presidente!, el Capitán de esta flota que al sentirse acorralado por infortunios, acude a sus contramaestres para que le den "una ayudadita" en las encuestas de popularidad, seguramente preparando el terreno para un segundo mandato como jefe y guía, evitando así que su navío zozobre. A estribor, con similar desparpajo, similares armas y lenguaje, se ciernen sobre mí las radio-estaciones que disparan en contra del gobierno de turno, la mayoría de veces sin argumentos sólidos, tan sólo movidos por los vientos de otro grupo de compañías y políticos poderosos que esconden intereses mucho más altos de los que podemos ver en la punta de aquel iceberg.

¡Huy! Ya estoy mareado... Mejor vayamos a tierra firme, en donde las cosas no son muy diferentes.

La música, el arte sublime, el "arte de las musas". Quizás allí esté la salida. 
Con una mirada llena de esperanza vuelvo mis ojos al dial. Hago un recorrido frenético en búsqueda de independencia, inquiriendo algún contenido que valga la pena... Esta vez no me indigno... Después de andar un rato por este valle seco, grosero, cínico, insulso, sólo me quedan fuerzas para pensar que aún hay mucho por hacer.
Hoy, la gran mayoría de emisoras musicales ofrecen a sus oyentes un bebistrajo de maltrato, grosería, superficialidad, promiscuidad e ignorancia, endulzado con canciones que se repiten una y otra vez gracias al dinero pagado por los sellos discográficos para su promoción, sazonado con un poco de anestésico publicitario que lleva al cerebro a una narcosis involuntaria consiguiendo el objetivo mayor: vender. Y no sólo discos y productos, pero también ideologías: consumismo, status quo, política, machismo, feminismo... Pero lo más irritante de todo es que los oyentes incautos lo beben sin siquiera darse cuenta de la pócima venenosa que ingieren. O tal vez lo sepan pero igual no les importa.

Pero entonces que nos queda, ¿la televisión?. ¿Ese medio que en Colombia se ha convertido en vitrina de narconovelas, realities, "culebrones" y noticieros amarillistas? ¿Ese medio en el que los noticieros anuncian masacres, violaciones, asesinatos y corrupción en 30 minutos pero gastan 50 en la sección de "embrutecimiento"? ¿Ese medio educacional por excelencia que hoy sólo enseña a ensalzar las personas y los hechos más bochornosos de la historia de este país? ¿Ese medio en el que los canales programan uno o dos espacios de opinión entre las 12 de la noche y la 1 de la mañana?. No me queda otro remedio que acudir a la sabiduría popular, porque es tal su exactitud que en una frase se condensan miles de ideas: "Todo tiempo pasado fue mejor". Recuerdo a la "Dama de la televisión", doña Gloria Valencia de Castaño y su programa Naturalia... ¡Ah! Cuanto aprendí... El Profesor Yarumo me enseñó tantas cosas simples que hoy son desconocidas por los niños y adolescentes autómatas que creen conocer todas las respuestas, claro que con ayuda de "San Google" y sus BB, SIII o IPhone 5. Nunca se borrará de mi mente la canción de un programa que educaba a los niños de mi época: "En los libros hallarás, el tesoro del saber...". Y hoy, algunos se molestan porque los franceses nos dibujan la verdad en la cara... No sabemos leer ni comprender lo que leemos.

Y para que hablar de periódicos, revistas y pasquines; todos trabajando unidos para desinformar y complacer al gobierno de turno, a los empresarios de turno, al dueño de turno... Nada es muy diferente.

En medio de un panorama tan desolador, es imposible no sentir que todo está perdido. Aquellos que hasta ahora iniciamos este camino sinuoso en los medios sentimos el peso de una responsabilidad inmensa. Los gobernantes de estas tierras latinoamericanas no tienen ningún interés en promover la educación, pues requieren de mano de obra barata para seguir enriqueciendo las arcas de un país, seguido por el robo continuado de sus secuaces en el poder.
Es por esto que somos aquellos que tenemos el enorme privilegio de aprender y ejercer esta ciencia apasionante de informar, comunicar y entretener quienes acarreamos sobre nuestros... cerebros, la gigantesca responsabilidad de ser aquella generación que cambiará la historia, venida a menos, de los medios en nuestro país. De nada sirve poner (¡sí! ¡la palabra poner existe y se usa!) en evidencia estas grandes falencias, si no formamos en nosotros un espíritu de urgencia al conocer estas cosas. No es sólo un problema ético y filosófico, es cuestión de pasión, pasión por lo que se hace pues cuando ella está presente todo se realiza bien. Pero no podemos abstraernos de la sociedad. La sociedad también tiene una responsabilidad colosal, pues no basta con levantar la voz y exaltar a unos pocos profesionales tratando de brillar en la oscuridad, sino que debe haber un convencimiento personal en el que la educación sea fundamental, ya que ésta abrirá la mente para analizar los hechos con un criterio formado evitando las opiniones y conclusiones someras y carentes de sustento.

Mi esperanza es que todos los que estuvimos en ese salón de clase, todos los que tienen la oportunidad de obtener las maravillas del conocimiento, todos los que queremos un cambio en la sociedad recordemos las palabras del profe Ernesto. Los medios que hoy nos incomunican tienen la obligación de informarnos, comunicarnos y entretenernos de la manera debida, seria, concienzuda y responsable que nos deben.

Felipe La Serna.

viernes, 1 de febrero de 2013

Petro No Es Culpable

En las calles de cualquier población en el mundo, caminan entre sus habitantes personas comunes que permanentemente declaran ser perseguidas y ser víctimas de malos tratos por parte de enemigos secretos. Aseguran que algo malo les va a pasar pues en su haber hay algo especial que los hace únicos. Estos tristes seres humanos sufren de una patología llamada Delirio de Persecución, que consiste en todos los síntomas que previamente describo. Otros deambulan, caminan, trabajan, estudian y realizan actividades aparentemente normales, pero en su interacción con los demás muestran una obsesión compulsiva por tener el control, asunto que los lleva a ver situaciones que no existen o a imaginarlas de una forma tal que sólo ellos se las creen, resultado que es muy beneficioso pues sirve para manipular sentimientos y situaciones de cualquier tipo. Ellos llevan consigo la cruz de una psicopatología llamada Megalomanía, aunque prefiero usar el nombre que Alfred Adler acuñó: Complejo de Superioridad, porque éste pretende compensar sentimientos de inferioridad. Ambas dolencias desembocan en un Estado de Confusión Aguda.

Durante ciertas conjunciones cósmicas, en ciertas eras y más frecuentemente en los últimos años, algunas de estas personas llegan a posiciones de privilegio, como la presidencia de un estado latinoamericano bañado en petróleo, aficionado al béisbol y cuna del nunca bien ponderado grupo adolescente Los Chamos. Por desgracia, la minoría de los habitantes de una ciudad enclavada en la Cordillera Oriental de los Andes en Colombia, antes llamada la “Atenas Suramericana” y para más señas capital de Colombia, eligió a uno de los hijos predilectos de este grupo de afligidos: Gustavo Petro, Alcalde Mayor de Bogotá. Nadie se imaginó lo que tal atrevimiento llegaría a causar. Después de la exposición en los medios de las innumerables fallas y desinteligencias cometidas por nuestro burgomaestre, sería redundante darles más espacio aquí. 


La mayor preocupación recae sobre el futuro que nos espera a los habitantes de esta otrora (gracias a las últimas tres administraciones) linda ciudad. Yo creo que Petro es inocente. Sí, él no es culpable de todo lo que ha ocurrido. No lo es porque él está enfermo. Su enfermedad se hace evidente cuando declara (a través de Twitter, claro) que es perseguido y maltratado por un grupo de enemigos secretos; cuando asegura que algo malo puede llegar a pasarle por ser diferente, todos síntomas inequívocos de un Delirio de Persecución crónico. Demostrando que esta paranoia está presente en la mente del “perseguido”, todos los organismos de control (Procuraduría, Contraloría, Personería y hasta Fiscalía) anunciaron abiertamente que tienen indicios claros para investigar y probablemente sancionar las actuaciones anómalas de Gustavo. Y quizá mucho más impresionante es ver como él mismo devela su Megalomanía a través de las maniobras políticas y arbitrarias para poder controlar ciertos negocios (manejados por mafias y grupos elitistas, es cierto) sin seguir un proceso adecuado y realmente transparente de cara a la ciudad. Blandiendo este ardid, pudo crear un ambiente en donde él se autoproclamó defensor de los pobres y de la ciudad, peleando contra los “altos poderes” y las “mafias” (a las que acudió cuando la capital de Colombia naufragaba en medio de un mar de basura), escenario más que favorable para manipular las emociones y sentimientos de su minoritario grupo de electores y algunos más que, encantados por su hechizo verborréico, intentan evitar su caída. Creo que al regidor de esta “blanca estrella que alumbra en los Andes” le aqueja una dolencia más: Complejo de Superioridad. La sabiduría popular creó un dicho para ilustrar lo evidente: “Más claro no canta un gallo”, y este gallo escribiente dice que a raíz de su pasado insurgente, Petro lidia diariamente con una pugna interna, pues se siente rechazado por esa condición pasada y su mecanismo de defensa inmediato es creerse superior en capacidad e inteligencia, tratando de esconder sus falencias administrativas y gerenciales regodeándose en su arrogancia y soberbia recalcitrantes.

Para infortunio de todos aquellos que amamos esta gran ciudad, la administración del momento está liderada por una persona que sufre de Estado de Confusión Aguda (suma de todos los padecimientos anteriormente descritos) y que al parecer es incurable. El resultado será desastroso, llevando a una de las ciudades más importantes de Sur América al caos administrativo, la iliquidez y el atraso que ya es evidente. La ciencia no puede hacer nada por nosotros y si pudiera no serviría de nada, porque esta careta de mártir vengador de los desvalidos es muy provechosa para el propósito que nuestro alcalde realmente persigue: llegar a la presidencia de un estado al norte del sur de América, inundado de sombreros vueltiaos hechos en China, con menos extensión de mar que hace unos meses y cuna de la nunca (y con razón) bien ponderada Shakira.

Para finalizar, acudo a la frase del caricaturista “Bacteria” en su caricatura llamada “No a la Revocatoria” publicada en el periódico El Espectador: “NO A LA REVOCATORIA… preferible un alcalde arrogante a un falso mártir”.


Felipe La Serna