viernes, 1 de febrero de 2013

Petro No Es Culpable

En las calles de cualquier población en el mundo, caminan entre sus habitantes personas comunes que permanentemente declaran ser perseguidas y ser víctimas de malos tratos por parte de enemigos secretos. Aseguran que algo malo les va a pasar pues en su haber hay algo especial que los hace únicos. Estos tristes seres humanos sufren de una patología llamada Delirio de Persecución, que consiste en todos los síntomas que previamente describo. Otros deambulan, caminan, trabajan, estudian y realizan actividades aparentemente normales, pero en su interacción con los demás muestran una obsesión compulsiva por tener el control, asunto que los lleva a ver situaciones que no existen o a imaginarlas de una forma tal que sólo ellos se las creen, resultado que es muy beneficioso pues sirve para manipular sentimientos y situaciones de cualquier tipo. Ellos llevan consigo la cruz de una psicopatología llamada Megalomanía, aunque prefiero usar el nombre que Alfred Adler acuñó: Complejo de Superioridad, porque éste pretende compensar sentimientos de inferioridad. Ambas dolencias desembocan en un Estado de Confusión Aguda.

Durante ciertas conjunciones cósmicas, en ciertas eras y más frecuentemente en los últimos años, algunas de estas personas llegan a posiciones de privilegio, como la presidencia de un estado latinoamericano bañado en petróleo, aficionado al béisbol y cuna del nunca bien ponderado grupo adolescente Los Chamos. Por desgracia, la minoría de los habitantes de una ciudad enclavada en la Cordillera Oriental de los Andes en Colombia, antes llamada la “Atenas Suramericana” y para más señas capital de Colombia, eligió a uno de los hijos predilectos de este grupo de afligidos: Gustavo Petro, Alcalde Mayor de Bogotá. Nadie se imaginó lo que tal atrevimiento llegaría a causar. Después de la exposición en los medios de las innumerables fallas y desinteligencias cometidas por nuestro burgomaestre, sería redundante darles más espacio aquí. 


La mayor preocupación recae sobre el futuro que nos espera a los habitantes de esta otrora (gracias a las últimas tres administraciones) linda ciudad. Yo creo que Petro es inocente. Sí, él no es culpable de todo lo que ha ocurrido. No lo es porque él está enfermo. Su enfermedad se hace evidente cuando declara (a través de Twitter, claro) que es perseguido y maltratado por un grupo de enemigos secretos; cuando asegura que algo malo puede llegar a pasarle por ser diferente, todos síntomas inequívocos de un Delirio de Persecución crónico. Demostrando que esta paranoia está presente en la mente del “perseguido”, todos los organismos de control (Procuraduría, Contraloría, Personería y hasta Fiscalía) anunciaron abiertamente que tienen indicios claros para investigar y probablemente sancionar las actuaciones anómalas de Gustavo. Y quizá mucho más impresionante es ver como él mismo devela su Megalomanía a través de las maniobras políticas y arbitrarias para poder controlar ciertos negocios (manejados por mafias y grupos elitistas, es cierto) sin seguir un proceso adecuado y realmente transparente de cara a la ciudad. Blandiendo este ardid, pudo crear un ambiente en donde él se autoproclamó defensor de los pobres y de la ciudad, peleando contra los “altos poderes” y las “mafias” (a las que acudió cuando la capital de Colombia naufragaba en medio de un mar de basura), escenario más que favorable para manipular las emociones y sentimientos de su minoritario grupo de electores y algunos más que, encantados por su hechizo verborréico, intentan evitar su caída. Creo que al regidor de esta “blanca estrella que alumbra en los Andes” le aqueja una dolencia más: Complejo de Superioridad. La sabiduría popular creó un dicho para ilustrar lo evidente: “Más claro no canta un gallo”, y este gallo escribiente dice que a raíz de su pasado insurgente, Petro lidia diariamente con una pugna interna, pues se siente rechazado por esa condición pasada y su mecanismo de defensa inmediato es creerse superior en capacidad e inteligencia, tratando de esconder sus falencias administrativas y gerenciales regodeándose en su arrogancia y soberbia recalcitrantes.

Para infortunio de todos aquellos que amamos esta gran ciudad, la administración del momento está liderada por una persona que sufre de Estado de Confusión Aguda (suma de todos los padecimientos anteriormente descritos) y que al parecer es incurable. El resultado será desastroso, llevando a una de las ciudades más importantes de Sur América al caos administrativo, la iliquidez y el atraso que ya es evidente. La ciencia no puede hacer nada por nosotros y si pudiera no serviría de nada, porque esta careta de mártir vengador de los desvalidos es muy provechosa para el propósito que nuestro alcalde realmente persigue: llegar a la presidencia de un estado al norte del sur de América, inundado de sombreros vueltiaos hechos en China, con menos extensión de mar que hace unos meses y cuna de la nunca (y con razón) bien ponderada Shakira.

Para finalizar, acudo a la frase del caricaturista “Bacteria” en su caricatura llamada “No a la Revocatoria” publicada en el periódico El Espectador: “NO A LA REVOCATORIA… preferible un alcalde arrogante a un falso mártir”.


Felipe La Serna

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